Leer los relatos cronológicamente. Las fotos son propiedad de Gabriel, salvo mención expresa. El autor de estos relatos ha viajado para conocer los ferrocarriles por Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, México, etc. Sitio sin fines de lucro.

sábado, 4 de febrero de 2023

Relato Retro: Resurrección a lo Grande 1.1

Sábado 23 de diciembre del año 2000. Luego de cinco años sin viajar de en serio, se reiniciaban mis vacaciones fotográficas.
A las 17:06 salgo de mi casa y voy a Chacarita para iniciar mi viaje por medio del tren. Escucho decir que corre con atraso. ¢35 otra vez (había aumentado a ¢45). Se me había pasado uno por poco. Al fin llega; en Retiro paso al Mitre para tomar el de Rosario. Los sábados no corre... ¿Y ahora? ¿Volver a casa? Inaceptable. Plan B: a Constitución. Voy al subte; está cortado el servicio de Diagonal Norte para acá. ¡Trabas y más trabas! ¿Será un aviso de mala suerte?
Voy al SEREP del San Martín para preguntar si ese día sale uno del Roca. Si no, tomaré el San Martín a Iriarte y seguiré a Río Cuarto y Villa María. Pero está por salir justamente ése, y debo esperar mientras terminan de vender boletos. Luego me dicen que el Roca sale diariamente a las 21:10.
Tomo colectivo a Constitución. Allí pregunto en venta del día si hay asiento; en primera está a $17 y pico y en pullman $23,10. Recordando pasadas molestias e incomodidades en primera, saco en pullman. ¿Qué pasó con el joven viajero lleno de energía que siempre viajaba en turista, por escaso de recursos y también por aventurero, que sentía algo de menosprecio por “eso de viajar en pullman”?
Ahora hay una sala de preembarque. En el kiosco de diarios, donde antes estaban solitarias Tren Rodante y Ferromodelismo o algo así, ahora hay numerosas revistas argentinas dedicadas al ferrocarril, y no humildes ediciones en blanco y negro de papel barato.
Oigo encender el motor de una General Motors GT22CW. Voy a ver, asomado al andén a través del enrejado. He ahí la poderosa locomotora. Ya está puesto el tren, en el tradicional andén 14.
Una hora antes de la salida abren la sala de preembarque; la inauguraron el pasado 6 de diciembre. Al rato avisan que se puede pasar al tren. Voy a ver la locomotora, la 9085 Ciudad de Mar del Plata. Oh, el sonido del motor, el “gallido”, como lo llamaba. Quiero llenarme de ese sonido, que no oiré en el pullman.
Los pitazos, el “despachado”, un bocinazo discreto. Sale. Los cambios de velocidad en la sección local. Pasamos media hora atrasados por Cañuelas. Veo el cartel de pared de Monte, y es como un reencuentro.
Domingo 24. El viaje no es tan insonorizado y como en un submarino, como esperaba. Se oye el traqueteo y se sacude agradablemente, tal vez porque debo estar sobre el bogie. La velocidad sigue las incidencias del estado de vía, cruces con otros trenes y circunstancias misteriosas.
A la mañana veo Pringles, Sierra de la Ventana. Para en Grünbein, y a las 10:39 llego a Bahía Blanca 6. Una hora y treinta y nueve minutos de atraso, por lenteos varios. Le saco a la estación la foto alusiva, gatillando tres veces, porque el disparador parece que estuviese obstaculizado por arena. Seguidamente marcho a “Bahía Blanca Mitre”, la actual Terminal, que era la estación del F.C. Rosario a Bahía Blanca (antes, a Puerto Belgrano).
Consigo micro para 12:30, y a las 15:59 llego a Viedma 2. El chofer me había dicho que la estación estaba como a treinta cuadras; pregunto a un pibe que atiende creo que un kiosco en la terminal, para dónde queda la estación; no sabe; ¿pasa algún colectivo por ahí?; no sabe. Al fin tomo un taxi. A las seis sale el tren. Cuando llego, el taxista me dice “Buen viaje”.
No hay nadie. Está todo cerrado. En la puerta hay horarios de atención, pero no de tren. DOMINGO CERRADO.
Cargo la mochila y dejo el terreno. Foteo el cartel que dice “Estación Viedma”, con el edificio al fondo; la cámara sigue haciendo kilíiiik en vez de clac. Apunto al cielo y disparo. Suena normal.
Llego a la parte urbana y consigo un hospedaje a $15. El trayecto me pareció más largo que la vez pasada. ¿Cuándo fue? En 1991, hace diez años. ¡Entonces lo de la edad es cierto!
Luego de dejar las cosas, busco Turismo, en vano. Saco una foto alusiva del río con Patagones enfrente y cruzo por el puente nuevo, una flor de caminata. Encuentro Turismo cerrado, cruzo a Viedma por el puente viejo y sigo por la vía hacia la estación mientras se puede. Hay un policía regando, que me dice que el tren llegaría mañana, pero por ser Navidad lo hará el martes, y saldrá a las 18:00. Entonces en la Casa de Río Negro me dieron los horarios al revés; también me dijeron que no estaba funcionando el ramal a Cipolletti.
Lunes 25. Cruzo a Patagones por el puente viejo. Encuentro la estación cerrada y abandonada; no hay más extensión de Bahía Blanca hasta aquí. Vuelvo en colectivo, $1,25. El chofer dice que había “un tren chiquito” de Bahía Blanca a Viedma para trasladar a los viajeros a que tomaran el de Bariloche, y que dicen que quieren reponerlo. Paso el día en la costa.
Martes 26. Voy temprano a la estación. Dos minutos antes de las ocho abren el acceso al andén. La entrada a la boletería por la calle está abierta. Saco en pullman, $46; suerte que ahora puedo permitirme el gasto y evitar incomodidades nocturnas y terminar bañado en polvo (lleva turista, también, pero no primera). El pasaje parece de micro. Foteo el cartel y la estación y la cámara sigue sonando rara.
Paso el resto del tiempo en el río. Después busco las cosas en el hotel y voy a la estación. El tren será llevado por la Alco RSD16 8238; los asientos del pullman están orientados “hacia atrás”, ya previendo el cambio de sentido en San Antonio Oeste.
Salimos a las 18:03 con una buena bocineada. Adiós a Viedma y Patagones, tal vez para siempre. En cuanto veo venir polvo, estoy tentado de sacarle la lengua (mentalmente), pero no quiero llamar a la desgracia abusando de la suerte. Al rato pasa un nubarrón de tierra y le siento el olor; los de clase turista deben estar ahogándose.
El guarda dice que llegaremos a las 11:00. Para en O’Connor y bajan como diez, un número insólito en esa inmensidad desertaria. La vía no está en un estado precisamente perfecto, y en algunos tramos la velocidad no es considerable. A paso bastante tonto llegamos a San Antonio Oeste a las 21:21, y salimos a las 22:01.
Miércoles 27. Sufro incomodidades. Necesito algo tras la nuca y pongo el toallón. Al alba paramos un montón en Ingeniero Jacobacci. No hay agua en el baño ni en la toilette. La velocidad es baja, lo cual contribuye a que el viaje se me haga interminable. Foteo el paisaje y sigue sonando chota la cámara. Cuando veo el lago Nahuel Huapí voy a la puerta, creyendo que estamos por llegar, pero falta rato todavía.
A las 10:44 llegamos a Bariloche 3. He visto con sorpresa que hay una terminal unos metros antes, y la estación ya no tiene boleterías de micro como antes. Voy enseguida; tengo tres empresas, cuyos micros salen de mañana, pero una tiene un servicio a las 13:15, y que viene con una hora de atraso; todas cobran $20, y para el 30 no hay más pasajes (suerte que puedo tomarme días en el trabajo antes del fin de la actividad en enero). Saco con ése y dejo las cosas en guarda equipajes.
Hace frío y hay viento. De regreso en la estación, veo que nos trajo la GT22 9070. Luego busco repetir la toma de estación + lago al fondo, pero en cinco años han crecido los árboles y tapan un poco el edificio. Hago tomas paisajísticas de los cerros nevados, y la cámara sigue sonando mal.
Tomo el 60 al centro, $1. Compro de comer, cambio $160 por $ch 88.500 y tomo el 70 de regreso a la estación, sentándome a comer pasando el extremo del andén.
A las 14:35 llega mi Andesmar, pero tiene que hacer transbordar gente y carga de otro micro, y sale a las 15:05. Cuando llegamos a la frontera estreno el pasaporte, que quisiera que terminara lleno de sellos en sus cinco años de validez. Cuando al fin seguimos ya son las 19:12. Veo una hostería con un cartel en la puerta que dice “Anúnciese por el otofono”. A las ocho y media, todavía de día, llegamos a Osorno, donde se bajan casi todos; pero yo no, je je je; y je. Es por una causa particular, además de porque los trenes ya no llegan hasta aquí, recontracaray. Oh, la peculiar idiomática chilena, vista en carteles: Grifería y gasfitería; Artesanía Osorno - Patronato Local de Reos; calle 77 de Fama. Se hacen las 21:00 y sigue brillando el Sol.
Transitamos entre cerros boscosos, hasta que empieza a urbanizarse la vista. FRUTERÍA VERDULERÍA EL RIÑI HUASO; eso es estar en Chile. A las 22:20 arribamos a la terminal de Valdivia, capital provincial, en la X Región de Los Lagos. Hace seis años, por llover en Temuco y retrasarme por eso visitándola, no tuve tiempo de venir a conocer Valdivia, yendo directo a Osorno. Ahora encontré con sorpresa en Bariloche que había micros que venían aquí.
En la terminal me indican un hospedaje económico con baño, uno de los más baratos, $10.000 ($18 de los nuestros, lo cual me hace fruncir la nariz mentalmente).
Miércoles 27 de diciembre de 2000
Jueves 28 de diciembre de 2000
Valdivia. Jueves 28 de diciembre de 2000
Jueves 28 de diciembre de 2000
Temuco. Jueves 28 de diciembre de 2000
Temuco. Jueves 28 de diciembre de 2000
Jueves 28. Salgo a la mañana a buscar la estación. La encuentro; no tiene accesos abiertos, pero sí faltantes de material por donde me cuelo. Hay una dresina, una vaporera y un coche verde y uno azul que dicen “Museo Viajero El Ferrocarril”.
Seguidamente recorro la ciudad, foteando los ríos Valdivia y Calle Calle. Hay aguiluchos caminando por la costanera, y otras aves que nadan o se zambullen. Compro de comer; hace cinco años, $ch 4000 eran $10 de los nuestros, pero ahora son $6,20. Compro en la calle un kilo de cerezas a $ch 500 (¢90); para eso primero debo comprar dos chirimoyas en la feria fluvial para tener vuelto, pues al cerecero le pagaron “con diez lucas” y se quedó sin cambio. En los lugares de comidas ofrecen “onces” (desayuno, o quizá un tentempié de media mañana).
Luego de tomar un “once” de cerezas en la pieza, junto las cosas y me voy a la terminal. Pregunto a qué hora sale el primero para mi siguiente destino.
-A las seis de la mañana.
-Digo...
-¿El próximo? A las doce.
Voy a sacar pasaje.
-Mil siete.
Le doy mil, y mientras veo cómo juntar siete pesos, recuerdo que esa cantidad es ínfima.
-¿Serían 1700?
-Sí.
El seguro del pasajero, según leo en el boleto, está en manos de Juan Alcoholado Castillo. El cuadro de tarifas se llama “tarifero”. Un niño pone la boca en la cima del respaldo.
-No afirmes la boca ahí, es caca eso.
En una parada veo a una anciana mapuche con todas sus galas, colorido atuendo y adornos de plata. ¿Será una machi (chamana)?
A las 14:35 bajo en la plaza de Temuco. Esta vez no llueve, sino que hay un Sol esplendoroso. Voy a la estación. El único tren sale 20:30. Saco en coche salón; en los precios dice $6000 ($10,80), pero me cobran $4960 ($5000 son $9). Dejo las cosas en guarda equipajes, $500 (¢90), y voy al baño, $100 (¢18); esta vez los cubículos tienen puertas decentes que los hacen usables. Luego, en los boletines de las carteleras hallo interesantes sorpresas: este mes han extendido el Metrotrén dos estaciones, hasta San Fernando; pero la mejor es que para diciembre de 2001 ¡pondrán un nuevo servicio local!, Santiago a Melipilla, o en su defecto, Quelicurá-Melipilla. Hay una foto del Metrotrén, coches nuevos y más modernos; me gustaban más los otros viejitos. Leo también que hoy es el último día de las tarifas promocionales.
En las tarifas veo que hay dormitorio, salón, turista (que antes no había) y económica. Paso al andén, donde foteo cartel + tren. No están más los cartelitos metálicos con el nombre de la estación insertos en lo alto de la marquesina. Foteo una colorida locomotora tipo portuario, de FEPASA, que no es la Ferrovía Paulista Sociedade Anónima sino el FC del Pacífico.
Voy a recorrer la ciudad y sus áreas comerciales, lo cual resulta mucho mejor que la otra vez con lluvia. Los locales de ropa tienen carteles “Prohibido entrar con helados y papas fritas”. Los helados parecen muy populares aquí; veo a uno que parece “agente del gobierno” (“trajeado” pero sin saco, por el calor, anteojos negros, cadencia de movimientos algo temible) sosteniendo un palito bombón helado (que aquí se llama chocolito). Veo varias “Carnicería de equino”. En el cruce de la estación foteo una locomotora de FEPASA casi toda azul, y veo maniobrar una “nariz de pala”.
Cuando al fin subo al tren ocupo mi asiento 22-izquierda-ventanilla, justo sobre el motor. Los asientos son más de primera que de pullman, pero de felpa; el apoyanuca me da en los omóplatos. Doble vidrio, con la persiana entre ambos (accionable con una manivela), sin marco para apoyar el brazo y acunar la cabeza. Luego pienso en la descripción que anoté de los asientos, cómo tuve que forzarme a fijarme en el hecho de que estaba por primera vez en mucho tiempo a bordo de un ferrocarril extranjero... ¡Oye, despierta! ¡Vas a viajar en un ferrocarril extranjero! Otra vez en tren. O ya viajaste tanto en tren en estos días que uno más no te llama la atención.
Los acompañantes se retrasan hasta lo último. Salimos a las 20:36. Adiós a Temuco, tal vez hasta el año que viene, cuando ojalá funcione el tren Santiago-Melipilla (y más ojalá Santiago-Puerto Montt otra vez. Y de Santiago al norte. Y..).
Lamento no haber comprado frambuesas, que vendían en la calle a $1,80 nuestro el cuarto, me parece; en Coto tenían la cajita como a $5. La vía sigue tanto o más chota que la de Río Negro, pero va más rápido. El ruido y el tranco son agradables. Aparece el conductor (guarda) y le pregunto a qué hora estamos llegando; le pregunta a la azafata: 5:30. Bueno, más vale que duerma bien. Más tarde reparten frazadas, grises, y acepto (el coche supersalón tiene calefacción); imagino preguntarle a la azafata: “¿De color azul no hay, che?”
Continuará
Gabriel Ferreyra
El "Ferroviador" Azul