Leer los relatos cronológicamente. Las fotos son propiedad de Gabriel, salvo mención expresa. El autor de estos relatos ha viajado para conocer los ferrocarriles por Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, México, etc. Sitio sin fines de lucro.

martes, 7 de febrero de 2023

Relato Retro: Resurrección a lo Grande 1.2

Cont.)
Viernes 29
. Sueño cosas recordables, indicio de comodidad. En el último sueño llego en tren a Bolivia a las 00:00, y busco dónde cambiar plata.
La azafata me toca el brazo, y dice que estamos por llegar. Cuando bajo me sostiene del brazo. Son las 5:40 y estoy en Talca 3. Anoto horarios, estaciones y otras cosas, y antes de salir le pregunto al guardia por algún hospedaje. Consigo al fin uno de $6000 ($10,80) y vuelvo a la estación, llegando a las 7:24 (el trencito sale 7:30).
Viernes 29 de diciembre de 2000
Saco boleto, de cartón y mismo estilo que el del Metrotrén, $1100 ($1,98). No me animo a preguntarle a la boletera si era ella la que me contestó cuando llamé desde Buenos Aires preguntando por el trencito; sí le pregunté si podía pagarle con $10.000 para tener cambio, y además de cobrarme aparte el boleto me cambia el billete.
A las 7:27 estoy junto al tren, coche motor de dos cuerpos, simpatiquísimo, de trocha métrica, llamado aquí “bus carril”, pintado de azul, blanco y amarillo. ¡Tengo que fotear! Suena mal otra vez la cámara; disparo al cielo y suena bien, y repito la foto. Subo al cuerpo de adelante, ocupando justo el asiento 13 ventanilla, mi número preferido (nací un 13). Se ha despejado el nubarrón de perder el tren.
Tras tocar una insulsa bocina, sale a las 7:32. Ofrecen desayuno (no gratis). Once minutos después pasa a la izquierda algo que no sé si es una estación abandonada o una casa, en una curva, luego de la cual agarra velocidad. Se bambolea en su trocha angosta de vía única. En el kilómetro 9 tiene que parar porque adelante corre un cachorrito de perro y no sale de la vía. Los conductores miran bajo el tren.
7:54 COLIN, estación rural de aspecto viejo y descuidado, sin cartel, con el nombre pintado en la pared. No se detiene ante un pequeño pato, así como lo hizo con el perrito. Cruzamos lo que debe ser el río Maule, que da nombre a la VII Región, de la que Talca es capital, así como de la provincia de Talca.
8:07 aparece a la derecha un cartel redondo oxidado que dice PARADERO.
8:14 CORINTO, estación de peor aspecto, sin cartel. Suben con cajones de tomates. Un trecho después de salir junta a dos en la vía, y a otro más adelante. Le siguen Curtiduría, un apeadero de nombre ignorado, Los-Llocos, Paradero Tricahue (se ve el río Maule), El Peumo (los campos dejan lugar a los bosques, que no son espesos; vamos entre cerros abiertos “por la voluntad del ferrocarril”), González Bastias (donde nos cruzamos con otro buscarril), Toconey, Pichaman (¡la estación es un vagón antiguo!, con el nombre pintado), Los Romeros (hay pegado un afiche “salvemos el ramal”), un apeadero cuyo nombre no se nota por lo oxidado del cartel (siguen subiendo cajas de tomates), Estación Forel (nombre pintado en uno de dos vagones de metal que hay por ahí; sólo hay una armazón oxidada de garita), una estación con cartel desaparecido, sube gente por la vía, seguimos el río Maule (más que un “servicio rural” esto parece un “servicio forestal”), Maquegua (oigo decir “¡loco!”, “¡flaco!”, “luca”; los dicharacheros que viajan parados toman cerveza), Paradero Turístico La Palmita, un largo puente sobre el río, un posible apeadero, población creciente, autos, buses y, a las 10:22, Constitución. Volverá a las 18:00.
Constitución. Viernes 29 de diciembre de 2000.
Saco fotos, recorro, llego al río, me como la chirimoya que me quedaba. Sigue sonando rara la cámara, le miro el frente, tiene algo abierto, le corro el rollo y se le cierra. ¡Le quedaba el obturador abierto!
Subo al cerro Mitrún, desde donde foteo la desembocadura del río Maule en el Océano Pacífico. Justo se incendia el cerro y aparecen dos carabineros y un autobomba. Voy a la playa, empinada y de arena negra, poblada de algas y moluscos, y poca gente; las mujeres están en malla y los hombres vestidos. El agua es helada. Luego de un tiempo, pego la vuelta. Leo por el camino: Decreto Alcaldicio, Amansadería, queso de cabeza.
El guarda confecciona boletos de talonario en la boletería. Ya en viaje, veo otros nombres de estación: Los Digueñes y Maquis. Descubro que Pichaman no es sólo un vagón, sino que incluye una garita y techo acanalado. El guarda me pregunta si me falta anotar alguna, y aprovecho para preguntarle; lo que hay entre Curtiduría y Los Llocos es una parada sin nombre que llaman El Colegio, entre Curtiduría y Corinto es El Morro, y entre Colin y Corinto, Pocoa. Pasando Pocoa se ve la cordillera allá adelante.
A las 21:02 (puede que tuviera dos minutos de adelanto el reloj) llegamos a Talca. ¡Cambiaron los horarios que anoté hoy! Al de las 3:32 sólo le queda en Económica, horror de horrores, y en el de 5:28 una “clase media”, que es la turista; saco en ésa, $3100 ($5,58).
Sábado 30. Me levanto a las 4:55 para ir a tomar el tren, el cual viene a las 6:18 en vez de 5:28. Esa clase turista es como la primera argentina, pero más pituca, con apoyanuca y centro de felpa. Vamos como a 120 km/h.
Después de San Fernando pasa el nuevo Metrotrén, al que vislumbro fugazmente. En Rancagua (anterior terminal del Metrotrén) veo el servicio estacionado, como si a San Fernando fuera una extensión fraccionada, no continua, como en el San Martín, que la mayoría de los trenes termina en José C. Paz y algunos se extienden a Pilar.
A las 9:48 llegamos a Alameda, Santiago 3. Paso de andén para fotear el nuevo Metrotrén. Tiene botón afuera para abrir la puerta y música funcional. También noto que ya no hay coches motores y remolcados viejos en playa.
Voy al mismo hospedaje que hace seis años, y me dan la misma habitación, cobrándome $6000 ($10,80) en vez de $7500 ($13,50) por ser ya cliente. Luego regreso a la estación en metro; el boleto es distinto, y cuesta ahora $220 (¢39,60), pues cambia de precio según las horas “de alta”, “media” y “de baja”. Tiene una bandita magnética, y el molinete se lo traga. Las estaciones más hondas tienen primero un nivel con comercios, abajo el de las boleterías y por último el de los andenes. En Alameda agarro folletos en Informes; hay una nueva estación local llamada Maestranza, que vaya a saber si no es la subestación Guindos, donde no paraba. La prolongación del servicio es Rancagua-Rengo-San Fernando; un altavoz anuncia el Metrotrén a Rancagua, combinación a San Fernando. Como no es para mí algo nuevo, sino sólo novedoso, no le dedicaré tiempo.
Alameda (Santiago). Sábado 30 de diciembre de 2000
Alameda (Santiago). Sábado 30 de diciembre de 2000.
Alameda (Santiago). Metrotrén (tren local). Sábado 30 de diciembre de 2000. 
En la galería de la estación dejo los rollos para revelar; la cámara más barata está a $20.000 ($36). Seguidamente camino las veinte cuadras hasta la avenida Matucana, confirmando por observación lo que parecía indicar el plano: la trocha angosta tiene un desvío a través de un túnel hasta Alameda, de modo que la desafectación de la estación terminal Mapocho no es óbice para una reposición del servicio. Por este lado el túnel sale a la primera estación norteña, Yungay, que está destruida y arrasada; foteo lo que queda.
Sigo camino, pensando qué hacer. Voy hasta la Avenida Mapocho y tomo el colectivo 207 ($290; $300 son ¢62) hasta el Puente Cal y Canto, donde foteo el río Mapocho con la ex estación homónima al fondo; continúo el paseo por sitios desconocidos. BEBIDAS Y KAPOS (luego vi que los kapos eran jugos marca Kapo). Llegado al cerro San Cristóbal, voy al zoológico por medio del funicular ($500 / ¢90), que me deja en la parada Zoológico.
Mi siguiente pretensión es recorrer íntegramente las ahora tres líneas de metro. Calculo que necesitaré siete boletos; pido diez, por las dudas y para que me quede alguno de muestra. Me ofrecen uno de diez viajes, que como es Chile no podía no tener un nombre curioso: boleto valor; $2000 ($3,60). Así, viajo en las líneas 1, 2 y 5, saliendo a la calle en las cabeceras. No todo el trayecto es subterráneo, sino también a nivel y elevado. Compruebo la existencia de jóvenes pavotes, igual que en Buenos Aires. ¿Recuerdan el helado Fruttare? Aquí está el mismo, pero se llama La Frutta.
De paso por Estación Central retiro las fotos. Salieron veintidós del rollo de treinta y seis; las miro en el metro y veo que varias salieron muy borrosas, las que sonaban raro. El fin de la recorrida es en la misma estación, en donde voy al supermercado. Hay durazno peludo, melón tuna (el melón blanco), calugón Pelayo (caramelo de dulce de leche), caluga (está envuelto en papel y no le veo la diferencia), empanada de pino (de “carne molida”), completos (panchos), moras (zarzamoras), melón calameño (melón escrito, que duplicó el precio de hace cinco o seis años en algunas partes, y en otras cuesta más del triple; por ejemplo, de $200 a $698). Lo que en casa son lujos de platudos, acá cuestan chaucha y palitos.
Domingo 31. Salgo por ocho y media y voy a la terminal San Borja. Esperando para cruzar y viendo los colectivos amarillos, me doy cuenta de algo: ¡han desaparecido todos los demás! Los multicolores, multiforma, multiantigüedad; Santiago ha perdido ese pintoresquismo.
Era la terminal de al lado. Observo con satisfacción que alguna ordenanza eliminó a los vagos y no tanto que preguntaban a la gente a dónde iba y la conducía a la boletería adecuada por una propina. Sigue habiendo preguntadores, pero con credencial exhibida y sin cobrar.
A bordo del micro hay un grupo de dicharacheros. Al ir a subir un carabinero, uno de ellos remeda un tono marcial: “Señores, bájeis”. Luego pasamos por un túnel que será el llamado Lo Prado. ¿Por qué tanta toponimia chilena empieza por “Lo”? ¿Querrá decir “lo de”? ¿Así la calle Lo Fernández significará “lo de Fernández”? ¿O será el mapuche lowo (médano), que en composición se vuelve ló (Catriló, Leubucó)?
La banquina se llama “berma”. Los alegres cantan “Cuarenta y veinte”, que debe ser el tema de alguna novela homónima de tema imaginable. Siguen con “¡Robot, eres lo máximo; robot, eres lo máximo! ¡Luchas contra el mal...!” etc., y continúan con otra del mismo tenor. El guarda viene a mirarlos fijo.
-¿Qué pasa, amigo? ¿Tengo el pelo duro?
Después siguen cantando. Uno dice con tono musical:
-Hay que cantar una canción más piola...
-Cuarenta y veinte...
Oigo decir “fiera” y “ponte la bombilla, gil”.
Llegamos a un lugar llamado Placilla y casi se me salen los ojos al leer en un cartel: FF.CC. PLACILLA ORIENTE. SALÓN. DORMITORIO. Debe ser uno de tantos ferrocarriles privados antiguos que hubo en Chile; tengo que investigar, pero la cosa es que no veo instalaciones ni material ferroviario. Bajan los alegres, y uno le dice “Shénkiu” al chofer.
Más adelante entramos en ejido urbano. Veo el restaurante El Porteño en la Avenida Argentina. ¡Hay trolebuses!
A las 10:28 llegamos a la terminal de Valparaíso, capital de la V Región de Valparaíso y de la provincia homónima. Dejo las cosas en guarda equipaje; hay una oficina de turismo, donde pregunto por el Merval (Metro Regional de Valparaíso). El mismo se ha ido acortando cada vez más; antes llegaba hasta Los Andes; en Valpo (como suelen abreviar) hay tres estaciones. El de Placilla debe ser de carga, como el que va a Concón. Obtengo planos y mapas y salgo a recorrer, planeando seguir viaje a la noche. Pero descubriendo que hay mucho para conocer aquí, prefiero retrasar una semana el tren semanal que tengo planeado tomar; ¡total, ni siquiera empezó el año! Mejor tener un hospedaje de base para dejar las cosas.
Voy al más económico que me informan en Turismo; no es malo para nada, pero estará barato porque hay que subir una cuesta y encontrarlo por ahí a la vuelta. El problema es que por las dichosas Fiestas está cobrando el triple, $15.000 ($27); desde mañana volverá a $5000 ($9).
Para traer la mochila de la terminal espero al trole, que no pasa. Luego me enteraría de que no andaba en esos días feriados. Al igual que en otros lugares de Chile, hay montones de colectivos. De nuevo en el hospedaje, el dueño, para indicarme que me quite la mochila y me acomode para registrarme, me dice “Desatalajesé” (quitarse el atalaje, el equipo).
Salgo a las dos y cuarto, a fotear los troles estacionados, que son de uno y dos cuerpos. Los únicos troles que había visto eran los de Mendoza, Rosario y Córdoba, y si alguna vez viajé en uno fue en Mendoza, en mi niñez. Veo churros a manera de manguera enrollada; también pan de leche, algo similar al berlín con crema (nuestra berlinesa). Retrocedo hacia el centro; el Sol aparece recién a las tres, superando las brumas marinas que cubren el cielo. La cámara sigue sonando mal.
Me dirijo a la costa. ¡Veo al Merval! Es igual al Metrotrén viejo, con otros colores. También hay uno renuevo (de aspecto modernísimo, o sea). Entro a conocer la estación terminal, llamada Puerto. Miro los horarios; sale más o menos cada quince / treinta minutos, y el boleto más caro cuesta $350 (¢63). Tomo el de 16:15, foteando primero la estación y los coches motores; por suerte el que sale ahora es de los viejales.
Anoto las estaciones al pasar. La traza urbana es continua, salvo antes de la última estación, en que acelera por un páramo, como de Del Viso a Villa Rosa. A las 17:38 finaliza su andadura en Limache, cerca de Quillota, la capital provincial, pero es tarde ya para ir por más. Doy una vuelta por afuera y dejo irse el tren para fotear la estación sin gente.
¿Y si de Valparaíso me fuera en tren (“no se puede pedir nada mejor”), yendo a Quillota desde aquí y recorriendo las capitales provinciales? Veré de hacerlo así. Lo inmejorable es: trole a Puerto y dejar Valparaíso en tren. Ay, caray, ¿¡cómo pude haberlo dudado!?, ¿¡cómo no fue evidente desde el principio!? ¡Vivan los principios ferroviarios!
Unidades de Metrotrén funcionando en el Merval. Domingo 31 de diciembre de 2000
Estación Puerto (Valparaíso). Domingo 31 de diciembre de 2000.
Estación Puerto (Valparaíso). Antiguo material remolcado y tractivo. 31/12/2000.
Domingo 31 de diciembre de 2000.
Limache. Domingo 31 de diciembre de 2000.
Saco boleto para el de 18:20. Son blancos con la foto en color de un monumento. Dicen la estación de origen pero no la de destino, basta con el precio ($200 en este caso, ¢36), y dicen “horario de baja”. El que me habían regalado en el trabajo era bordó con una franja negra formando diseños.
A los tres minutos de viaje bajo en Peña Blanca. Luego de fotear pregunto a la boletera si la siguiente estación está cerca; sí, de modo que ahorraré tiempo yendo a pie. Recuerdo una razón para no irme hoy mismo de Valparaíso: ¡el FC de Placilla!
Llego a Sargento Aldea. Foteo un cartel en sombra y una vista general, y con dolor en el alma dejo un cartel soleado que vi después para evitar la fotografía abusiva. Sigo camino, obsesionado con el cartel soleado. Es insoportable, y vuelvo desde la esquina. Me doy el gusto de fotear el cartel soleado, una adicional del apeadero con el otro andén como objetivo y mi conciencia queda en paz.
Sigo bordeando la vía hacia la siguiente. Tomo agua sin detenerme, me apuro. ¡Me siento feliz! Me estaba preguntando qué objeto tiene todo esto, y he sentido que estaba haciendo lo que mi alma ama. Esto es lo mío. Apurarme para fotear estaciones.
Llego a la otra, a la que no le recordaba el nombre. Hay una vaporera. Es muy urbano, incluso con una peatonal. El cartel está soleado. Ah, Villa Alemana, con razón tan urbano. Aprovecho a fotear el tren moderno. Luego Concepción, Rumié y Las Américas; ésta no tiene cartel con el nombre sino uno que dice ANDÉN PUERTO. No todas son estaciones, sino que hay varios apeaderos. Pasa el tren pintado de rojo con la propaganda de Hellmans.
A las 19:33 llego a El Belloto (así dice en el edificio, pero el cartel reza Belloto). Es hora de dejar por hoy, y además las estaciones empiezan a espaciarse. Tomo el tren nuevo, que es como el moderno Metrotrén. El nuevo a Tigre es un poroto; y el Tren de la Costa también. De un lado hay una fila de dos asientos, del otro de tres, salvo los extremos de las secciones, que tienen dos. Cuando baja uno (va casi lleno) veo un asiento del extremo plegado, y lo bajo para sentarme. Son de plástico gris tapizado. Hay tachos de metal para basura. Muérete de envidia... ¿Ferrocarriles Argentinos, privatizados?... Argentina.
Peña Blanca. Domingo 31 de diciembre de 2000
Sargento Aldea. Domingo 31 de diciembre de 2000
Domingo 31 de diciembre de 2000
Villa Alemana. Domingo 31 de diciembre de 2000
Domingo 31 de diciembre de 2000
Las Américas. Domingo 31 de diciembre de 2000
Domingo 31 de diciembre de 2000
El Belloto. Domingo 31 de diciembre de 2000
Junto a Quilpué veo un edificito diciendo Desvío Carozzi; me recuerda a Desvío Corazzi del Sarmiento. Para en El Salto; ¿qué pasó con Laboral? Le pregunto al guarda; domingos y feriados es facultativa (claro, no es laboral, ¡jajajajajajaja!).
A las ocho y media para en una donde no lo hizo a la ida, ni la había visto: Colegio Alemán. Un hombre le dice al guarda que pare en Miramar. En Viña del Mar hay mil personas en la estación; el tren repite que el tren no se detiene en Miramar, no para.
Bajo en Barón, la más cercana al hospedaje. Me pongo a buscar comida. Veo que el “completo”, además del pancho, es un pan de leche con forma de pancho. Unos punks de ambos sexos a los que algunos transeúntes se detienen a mirar entran en un local de comida, del que salen enseguida.
-Si entras con el pico parao te atienden.
Continuará
Gabriel Ferreyra
El "Ferroviador" Azul