Leer los relatos cronológicamente. Las fotos son propiedad de Gabriel, salvo mención expresa. El autor de estos relatos ha viajado para conocer los ferrocarriles por Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, México, etc. Sitio sin fines de lucro.

lunes, 13 de febrero de 2023

Relato Retro: Resurrección a lo Grande 2.2

 Cont.)

Martes 2. Andan los troles, y voy a tomar uno a la terminal. $140 (¢24,20). Maneja una mujer. Tiene cartelitos en francés. Hay de uno y dos cuerpos. Bajo a fotear ascensores. Sí; Valparaíso está rodeada de cerros, que se hallan urbanizados, y hay “cajas” funiculares para los que no quieren subir escalones, que son los ascensores; $110 la subida y $90 la bajada, lástima que no puedan conservarse los boletos. Subo en el Ascensor Cerro Concepción (pues tienen nombres; también está el Ascensor Artillería y el Ascensor Polanco, por ejemplo). Tiene una tabla de madera a modo de asiento; es encantador por lo antiguo. Arriba doy unas vueltas y foteo la estación del ascensor antes de bajar.
Llevo rollos a revelar y compro una cámara de $9000 ($16,20); consigo también miel de palma (glucosa, sacarosa, leche de coco y jugo de palma). Sigo de paseo fotográfico, compras y tomas de trole, ya que es una novedad para mí; cobran $10 menos que los colectivos. Aparte de volver al hospedaje para el almuerzo en el intermedio. En Bella Vista tomo el tren a Barón para ir a la terminal, con destino a Placilla. Los choferes no conocen eso del FC ni el cartel que les digo; me bajan justo enfrente del cartel. No veo vías. El cartel dice FF.CC. PLACILLA ORIENTE/AUTOMOTOR SALÓN-CAMA/MOTEL PARADA ARBOLITOS/RUTA 68 KM 108. PLACILLA=ORIENTE. No entiendo nada. Le pregunto a una señora, que me dice que es un motel que se llama así, que ella también creía que era algo ferroviario pero no. Voy a buscarlo y se resuelve el misterio: es un motel que en su patio tiene dos coches del Metrotrén viejo que arriba de las ventanillas dice “Ferrocarril Placilla-Oriente”, y parecen ser usados como dormitorio. Para fotear, hay que hablar con la administradora, que llega más tarde; los foteo desde la entrada.
Vuelvo a la ciudad en un colectivo en el que se tira de una piola para pedir parada. Tengo una última duda sobre si irme hoy; pero ya terminé la recorrida aquí y el siguiente tramo es de 1525 km. Tomo el trole al centro, me paso de largo, me bajo porque el resto lo hace, el trole da la vuelta y vuelve, tomo otro (tiene los cartelitos en alemán), bajando a buscar las fotos. Yendo a sentarme a meditar mis próximos pasos, antes de tomar asiento ya medité: no habrá partida de Valparaíso en tren, sino que me iré esta noche y ahorraré cinco días; si tengo pasaje.
Voy al supermercado. El jabón en polvo se llama “detergente” y el detergente “lavavajilla” (y a las remeras le dicen poleras, y “calcetas” a las medias). Tomo en Bella Vista el tren a Barón, mi último Merval, el gris (foteé uno verde, también). Adiós a Barón, y al querido Merval; ojalá que llegue otra vez hasta Los Andes.
En la terminal hallo que no hay pasaje, y el viaje dura 22 horas. Cambio de destino y al fin consigo, para las 22:20. Tomo el trole por última vez, de regreso al hospedaje.
Miércoles 3. A las 6:14 llegamos a La Serena, capital de la IV Región de Coquimbo; está en la provincia de Elqui, pero no es su capital. Luego de haber sacado nuevo pasaje, voy al baño, al que se pasa por molinetes, llamados torniquetes. Veo escrito: “Viva Perú, carajo”; “Peruanos maracos, valen calampa. Se lo dicen los chilenos”.
Salgo a la calle cerca de las ocho. Está nublado. Lo de enfrente tiene aspecto de zona de vías. ¡Semáforos ferroviarios! Cruzo. ¡Rieles! ¡Trocha angosta! Tomo la vía hacia el centro; se ve en uso, no está oxidada. Me pongo alegre. El edificio de la estación está alambrado, pero el resto (andén secundario, cartel) es accesible; está en el km 491. Al igual que el resto de los edificios institucionales de esta ciudad, es grande, masivo, imponente; incluso cuando son de fecha reciente imitan estilos antiguos.
Tras la recorrida por el centro, oigo ruido de tren y veo pasar una locomotora azul con vagonetas azules llenas de carbón que dicen Minas algo. Antes de ir al zoológico llego al magro río Elqui, donde saco la última foto con la cámara vieja; la nueva parece más chota. “El objeto no debe estar a más de tres metros”; ¡pero debo fotear un valle!
Regreso a la terminal y voy a Ovalle, capital de la provincia de Limarí. En el plano no figura la estación; pregunto por ella y me dicen que no hay. Cuando pregunto por la vía de tren, en otro lado, me dicen “la estación”, “por la bomba de Chell” (o sea, la estación de servicio Shell). Resulta que no hay más vías y la estación es un museo; la parte interna está alambrada, así que igual se puede fotear, y no conserva carteles. Ya son las tres de la tarde y hay Sol.
No hay nada más que ver allí y pretendo ir a Coquimbo, la capital de Elqui. Sufro confusiones con las indicaciones de dónde tomar el micro, al fin saco pasaje en un lugar y me mandan gratuitamente en taxi a la agencia. Cuando llega a La Serena me abruma la furia, pero resulta que de ahí agarra hacia Coquimbo. Siete kilómetros antes de llegar veo una estación convertida en mercado; el chofer dice que no lo es, sino locales comerciales (mmm, mi ojo ferroviario no creo que mienta), y sus indicaciones para la de Coquimbo me resultan imprecisas.
La Serena. Miércoles 3 de enero de 2001
Exestación Ovalle. Miércoles 3 de enero de 2001
Bajo a las 19:28, retrocediendo un montón de cuadras, hasta convencerme que lo que veo a lo lejos es una vía portuaria. Vuelvo y pregunto por el camino; en un lado me dicen que está para el lado de la terminal, y en otro que la demolieron, me indican el sitio exacto y lo que hay en su lugar (un monolito). Llego, foteo la no-estación y una vista marina desde lo alto de la calle.
En Turismo me dicen que los “locales comerciales” son la estación Peñuelas, a donde me arriesgo a ir a pesar del Sol declinante. Son siete kilómetros y el colectivo primero tiene que salir de Coquimbo y sortear sus semáforos. No entiendo por qué no avanza cuando tiene luz verde; se queda ahí paradote, cambio tras cambio de semáforo. La luz diurna se vuelve mortecina. Veo un bar hecho con un vagón de madero, pero por más que miro no descubro la estación Peñuelas, y lo que veo al fin es la terminal de La Serena. He fallado. El enojo ni siquiera sale.
En la noche pasan los trenes azules, con su rotativa azul; debería volver en el futuro, a fotear la estación con sol, ir a conocer las playas y acechar cámara en mano el paso de los trenes.
Jueves 4. Dan las ocho y las nueve de la mañana. Un cartel dice “No corra”. El micro no va muy rápido; ¡corra, corra, corra! Veo un tren de mineral con tres locomotoras del FCAB (FC de Antofagasta a Bolivia). Aparece la extensión del mar, y a las 11:05 llegamos a Antofagasta, donde hay que hacer trasbordo dentro de una hora. Voy a buscar algo alusivo que fotear; en la esquina miro a un lado y a otro. ¡La estación! Está a tres cuadras. Descubro con sorpresa que tiene un cartel de madera, ¡un cartel de estación!
La recepcionista me confirma el horario del tren de pasajeros (que no sale de Antofagasta), y tras telefonear me dice que no puedo pasar a fotear el cartel. Lo hago a través del enrejado, desde la calle.
A la una y cinco para en Baquedano, por verlo en el cartel de la estación, que está por ahí no más y es abierta y foteable. Ojalá paren para el almuerzo. Ello no ocurre, pero entre el intercambio de encomiendas con la agencia y un camión que maniobra adelante podría haber ido tranquilamente, y me quedo con la angustia. A las dos y cinco despierto en Sierra Gorda, de donde salimos a las 14:13, y a una o dos cuadras debe estar la estación, recontracaray.
Ya estamos llegando. Calle Quemazón; y sí, estamos en medio del desierto, tierra adentro. A las 15:14 terminamos en Calama, capital de la provincia de El Loa, de donde sale el tren de pasajeros del FCAB, el miércoles a las 23:00, según me mandaron de Sernatur (Servicio Nacional de Turismo) por Internet, agregando que era incómodo e iban los buses Manchego. O sea, el tren se fue anoche, pero vine igual para conocer Calama y la cercana Chuquicamata, y cuando vuelva en tren desde Bolivia (crucemos los dedos) seguir viaje directamente. La novedad era que el tren ya no llegaba hasta Oruro, terminando un buen trecho antes. ¡Antiguamente llegaba a La Paz! Ya parece un ferrocarril argentino. En Antofagasta me dijeron que hasta ahora corre normal, porque puede interrumpirse por lluvias del lado boliviano. ¡Ay, las lluvias bolivianas que interrumpen trenes!; si sabré de ello.
Antofagasta. Jueves 4 de enero de 2001
Jueves 4 de enero de 2001
Jueves 4 de enero de 2001
Para seguir viaje hay una muy tentadora frecuencia diaria a las 21:30. Voy a buscar Turismo, para que me digan dónde hallar un hospedaje barato; me urge bañarme. La ida a Chuquicamata la empleada me la pinta casi siniestra: hay que hacer un tour, ir a la parada de taxis (¿o dijo taxibuses?) y decirles que lo lleven a uno al tour; que en el tour cobrarán un mínimo de $1000 ($1,80, pero me sonó a $10) para los huérfanos o algo por el estilo, si uno quiere puede dar más; entonces mostrarán un video en castellano e inglés. ¿Y cómo encaja Chuquicamata en todo eso? Me repitió todo lo mismo, agregando que podía tomar todas las fotos que quisiera hasta que el tour volviera. El video mostraba la historia de Chuquicamata, que era un pueblo minero, con las clases sociales muy marcadas, y costumbres distintas, como por ejemplo manejar por la izquierda. Y desaparecerá, pues todos los habitantes se trasladarán a Calama.
Alarmado por todo esto (y sobre todo porque quieran sacarme plata a nombre de huérfanos o desamparados, con tours obligatorios) desisto de viajar allí.
Más tarde voy a la estación a hacer averiguaciones. El tren sale los miércoles a las 23:00 y llega a las 17:00, volviendo el lunes a las 12:00 y llegando a las tres de la mañana, sin duda algo horrendo. Más horrendo es que no me dejan pasar a fotear; yo que primero había pasado al andén porque estaba abierta la puerta... podría haber aprovechado hasta que me echaran. Debo contentarme con una toma lejana desde el cruce; ¡distingo el cartel, qué suplicio! Regreso para preguntar si hay que reservar boleto; desde el lunes se puede sacar. La autorización para fotear hay que traerla por escrito desde Antofagasta. Hay dos alemanitas preguntando por el tren a Oruro.
Voy a la agencia a sacar pasaje para la noche. Llego luego al parque sobre el río Loa. Hay una notoria presencia del elemento boliviano en la población. Hasta aquí siguen la moda de los monopatines. Hay perros con todo el aspecto de lobos, y calles con nombres tipo Copa Paya, Kamac Mayu.
Viernes 5. A las 6:55 llegamos a Arica 2. Saliendo a la calle, veo una trufi (traffic) que será la que deba tomar, ya que, según me informaron en Buenos Aires, el tren no funciona, maldición.
Llego a la estación. ¡En realidad son dos estaciones! A la que conocía, amarillo y marrón, la pintaron de verde claro y oscuro, y le construyeron otra al lado de aspecto modernoide, con un cartelón que dice “Estación Terminal Arica/Ferrocarril Tacna-Arica/Kilómetro 60”. Me quedo mirando la estación vieja, y el colectivero con el que llegué me dice que la otra es la estación; voy a la otra, y cuando el colectivo se va vuelvo a la primera. Tiene el cartel “Estación Arica/enafer sa [Empresa Nacional de Ferrocarriles, Perú]/FC Tacna Arica km 60,176/Ferrocarril del Sur”. Ahora que tengo pasaporte, no anda el tren, según me dijeron en el consultado peruano.
Voy al ver el cartel que tiene la moderna: ENAPU SA [Empresa Nacional de Puertos]/Ferrocarril Tacna-Arica/Servicio de autovagón: salidas diarias:/lunes, martes, jueves 11:00 y 21:00 horas/Salidas día sábado 16:00 horas/Servicio de tren de pasajeros lunes, miércoles y viernes 16:00 horas”. Un anuncio comunica al público que por motivos de fuerza mayor se suspende el autovagón; sólo anda el servicio de tren. Se saca boleto hasta quince minutos antes. Ahora está cerrado.
Viernes 5 de enero de 2001
Arica, estación vieja. Viernes 5 de enero de 2001
Arica, estación nueva. Viernes 5 de enero de 2001
Bueh, después de todo, sí hay tren; yo que me había enfurecido en Buenos Aires por tanta falta de trenes y decidido ir caminando por la vía, hasta recordar que eran 60 km.
Pasó una locomotora del FC Arica a La Paz que me había quedado sin fotear la vez pasada, por ser demasiado temprano y nublado.
Voy a buscar Turismo para que me indiquen hospedaje. ¿Por qué? Porque el tonto cree que hoy es sábado y que corre el autovagón (vehículo autopropulsado), el cual dice ahí que por el momento no anda; por tanto, hoy no hay tren.
Continuará
Gabriel Ferreyra
El "Ferroviador" Azul