Leer los relatos cronológicamente. Las fotos son propiedad de Gabriel, salvo mención expresa. El autor de estos relatos ha viajado para conocer los ferrocarriles por Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, México, etc. Sitio sin fines de lucro.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Otros Logros en la Sección Local

Era hora ya de completar recorridos en las líneas locales.
El 19 de agosto fui, a la estación Buenos Aires, del FC Belgrano (ex CGBA), para un viaje completo hasta González Catán. El tranco era diferente a otros, un rápido ¡táratatara tataratatara! Fui a ver la vía que se desprendía a La Plata, oxidada y flanqueada por casillas villeras. A la vuelta bajé en Laferrere y después seguí directo a Sáenz, para tomar colectivo a mi casa.
Al día siguiente, para completar la dupla, fui a Puente Alsina (ex FC Midland), haciendo el recorrido íntegro a Marinos del Crucero General Belgrano. La zona era insegura, por decir algo, y antes de salir pasó el joven guarda por los coches (que yo llamaba “far west”) diciendo “Hay que defenderse como se puede”. Por suerte no pasó nada, y para la vuelta bajé en Aldo Bonzi y fui a pie hasta el nudo compuesto por Castello (CGBA), Apeadero Km 12 (Midland) y Agustín de Elía (Sarmiento), cerca del Mercado Central, transitando cada una de estas tres paradas. Continué camino a la estación Tapiales (CGBA), de ahí a Tablada (Sarmiento) y finalmente a Marinos del Fournier (CGBA), donde tomé el tren de regreso a Sáenz.
En la tarde del 1º de septiembre fui a combinar a Villa Ballester para ir a Ingeniero Maschwitz, con la idea de caminar por la vía del ramal a Dique Luján. Pero el periplo se me hizo largo, el ramal se metía en un campo privado apenas empezar y la tarde moría. No había sido tan fácil como pensaba.
Esperando el tren de la vuelta, vi venir uno que iba tal vez a Rosario. ¡Qué maravilla, qué imagen mítica, sublime, mitológica, poderosa! La GT22 blanquiazul con franja roja, sus luces encendidas, aproximándose como un monstruo amado en medio de la neblina crepuscular, creciendo el sonido del motor, productor de éxtasis. Y su paso como una exhalación, la franja luminosa de las ventanillas de los pullman, y el extremo del tren alejándose rápidamente.
El día 8 fui con mi hermanito a Ranelagh vía Quilmes, recorrido que me faltaba. Pusimos llaves en la vía para que la locomotora las aplastara y caminamos por la vía hasta Carlos Tomás Sourigues, donde había un perro grande descabezado en medio de los rieles. Ya no recuerdo si volvimos a Ranelagh también a pie y con el tren bajamos en Berazategui, o si tomamos un colectivo a Berazategui para alcanzar el tren de retorno a Constitución.
Al día siguiente fui a Carupá y bajé a conocer las ex estaciones del Bajo, Canal San Fernando, Punta Chica y San Isidro R, remontando a San Isidro C para la vuelta.
El 15 hice lo propio con Anchorena y Las Barrancas, supongo que yendo desde La Lucila y remontando a Acassuso (en esa época consignaba los lugares nuevos a que iba, no los repetidos).
El 23 fui por un tema personal a Laferrere (se entiende, en tren), y a la vuelta bajé en Castello, descendí la escalera a Km 12 y tomé el ex Midland a Libertad, que era donde originalmente terminaba el servicio antes de extenderse a Marinos del Crucero General Belgrano. ¡Y en la época dorada tenía trenes a Carhué! Tras “haber estado” allí, regresé a Km 12, subí a Castello y abordé tren a Marinos del Fournier, pues se me dio por caminar de aquí a la siguiente, Villa Madero, donde proseguí a Sáenz.
El 29 fui a Villa Ballester para combinar a Zárate y tomar el rápido a Ramallo, única cabecera de partido que me faltaba del ramal. Pero cancelaron el combinante, y pasó el rápido. Ya tenía el boleto ida y vuelta a Zárate (y por eso no lo podía devolver en Ballester; de haber sido de ida solo, sí). Así que me resigné a ir a Zárate por cuarta vez (o como digo yo, Zárate 4). Sin otra cosa que hacer, anduve cerca de la costa, encontré el terraplén que venía de la estación del Urquiza y lo seguí. Ahí estaba el gigantesco puente: ¿por dónde iba el tren para subir ahí?
Fui yo quien subió al puente, y lo cruzó a la Isla Talavera. Temible experiencia, viendo el agua del Paraná allá abajo y a lo lejos, el puente que se sacudía con el paso de los camiones (y creo que tiene tres kilómetros de largo). Anduve un poco por la isla y volví por la senda contraria, junto a la vía del Urquiza. ¿Pero cómo demonios hacía para llegar ahí desde la estación?
Nuevamente en tierra firme, llegué a un cruce de calle por sobre la trinchera de la vía. Pasó un tren rumbo a la Mesopotamia. Encontré cómo bajar a la vía y llegué a la estación, totalmente desconocida. ¡No figuraba en la Filcar! (Actualmente sí.) Totalmente modernoide, sin clase. Ahí estaban los horarios de los trenes del Urquiza. Y ya había visto desde el puente que la vía que venía de la estación original se multiplicaba llegando a la costa, con una casilla al lado. Era el antiguo embarcadero, antes de que se construyera el puente Zárate-Brazo Largo.
Salí de allí, y tras muchas cuadras llegué a la estación que conocía de antes. Ahora me explicaba por qué no tenía horarios exhibidos y parecía cerrada. ¡Porque estaba cerrada!
Y al Mitre para el regreso.
El 14 de octubre fue el Gran Día: ¡primer viaje de larga distancia con el querido Belgranito! Por mi cuenta, quiero decir.
El asunto era algo complicado. No se podía ir con él a ninguna cabecera de partido, no quedaban trenes nocturnos (como todavía figuraban en cartelera en Boulogne la primera vez que estuve allí), sino diurnos, y los que iban a Córdoba no paraban en las mismas estaciones que los que iban al Chaco, y para ir y volver el mismo día había que ir con el cordobés y volver con el chaqueño o viceversa. Por suerte, había una única estación en que paraban los dos: Santa Lucía (creo que yo quería ir a la más lejana estación bonaerense).
A sacar boleto (SEREP) y pasar al andén a esperar, mientras leía creo que el Nº14 de Tren Rodante, el primero que compré. Creo que todavía había boleto de andén en aquella época, y también en el Mitre, y no se me ocurría la idea de comprar uno y no usarlo (lo rompían a la entrada del andén y lo tiraban al suelo); sino, los habría adquirido para tenerlos de muestra. No sé si era tonto o qué.
Cuando se pudo subir, fui al último coche, para mirar por la ventana de la puerta de atrás, como había hecho por el ventanal del Horrible la vez de Salto. Pero era el que iba a La Paz (Bolivia), y el guarda hizo salir a los que estaban y lo cerró, una vez en marcha.
Pasaron las estaciones del local, y otra vez paró en Villa Rosa, por causas para mí desconocidas. Más allá, ERA DESCONOCIDO.
No llegué a ver bien Almirante Irízar, y tal vez se me pasó Carlos Lemee. Creo que no paró en ninguna; Arroyo de la Cruz, Chenaut, Gobernador Andonaegui, Villa Lía, Santa Coloma, Ireneo Portela, Ingeniero Moneta. Pequeñas poblaciones o estaciones aisladas. En Doyle paró a pedido de alguien, y la siguiente fue Santa Lucía.
Di unas vueltas y luego agarré la vía para llegar a Doyle (6 km), no recuerdo si para después volver o esperar tomar el tren allí. Pero por el camino me tentó un charco formado bajo un puentecito ferrovial y me metí al agua, y así se me fue el tiempo. Así que tuve que regresar a la estación y aguardar al tren mientras seguía leyendo Tren Rodante.
Pasó el guarda demandando “¡Los boletos de Santa Lucía!”, pero yo no dije nada, por temor a que me lo robara. Sería el único boleto de cartón de larga distancia del Belgrano que tendría jamás.
Y así como el de Rosario paraba en Miguelete, éste paró en Del Valle.
Al día siguiente a la tarde fui a “cobrarme una deuda”: tomé el tren en Chacarita a San Miguel, pasé a General Sarmiento y saqué boleto para el Urquiza. Largo andén, con un montón de gente esperando. No lo tomé en Lacroze para evitar el SEREP. Viajé parado. El guarda me quiso retener el boleto.
-¿Me lo puede dejar?
-¿Para qué? –me preguntó casi al borde de golpearme.
-Lo necesito. Para mi trabajo.
Se quejó diciendo que tenía que presentarlo para justificar la parada (ja ja, como si no bajara ni subiera nadie), que me lo dejaba pero que la próxima vez pidiera un comprobante.
Y pasaron Pilar y Fátima, agarramos el ramal y no vi más nada, me parece, hasta que bajé donde decía el boleto, Zárate N. Y ciertamente, no habíamos pasado por la estación vieja.
Derechito al Mitre a volver a casa.
Otras veces intenté combinar en Zárate para Ramallo, pero siempre cancelaban el combinado de la misma hora. Harto al fin, me resigné a sacar SEREP en Retiro.
Lo hice el 27 de octubre. Había llovido y seguía nublado. Cuando estuve allí, descubrí que no era Ramallo sino Villa Ramallo, a 9 km de la ciudad. No tenía tiempo de ir, porque perdería el tren, con el cual bajé en Zárate para agarrar el local.
El 18 de noviembre fui a conocer el Premetro. Hice el recorrido completo, que continuó en caminata hasta La Tablada, donde tomé el tren a Haedo para Caballito.
El 1º de diciembre hice otro hito local. Saqué boleto de Constitución a Río Santiago. Había que bajarse en La Plata y tomar el Horrible, servicio que ya no existe. Volví con el mismo tren minutos después; no había boletería habilitada en Río Santiago, y el jefe de estación me indicó sacar a bordo del tren.
De nuevo en La Plata, caminé hasta Los Hornos, donde tomé la vía del Belgrano (ex Provincial), intentando (sin éxito) encontrar las estaciones que figuraban en la vieja Filcar (en la actual ya no están): Los Hornos, Gobernador L. García, Gobernador E. Arana, Ingeniero Arístides Villanueva, Lisandro Olmos (en la ruta incluso había un cartel indicando la dirección a la estación L. Olmos) y A. F. Orma. Había que deducir o adivinar dónde habían estado (habrían sido simples apeaderos). Por suerte la estación Ángel Etcheverry seguí ahí. La vía doblaba hacia González Catán, y había un cartel de la CGBA que prohibía andar por la vía.
No recuerdo si ya en esa ocasión pretendí seguir la vía del Provincial, que más allá de la curva de la CGBA estaba cubierta de pasto, hasta la ruta, donde los rieles estaban tapados por el asfalto, un duro golpe para mí. Según la Filcar, allá enfrente tenía que estar la estación Ing. R. Moreno (y luego Antonio Sáenz), pero sólo había una alambrada y el campo con tierra removida y caballos más a lo lejos. No entendía nada.
Volví a la estación para tomar colectivo a La Plata y el tren de regreso.
Una semana después, el 8, fui a Ringuelet. Pasé al “andén de atrás” y me puse a recorrer la vía del abandonado ramal. Pasé por las estaciones José Hernández, Melchor Romero y Abasto, y antes de la ruta descubrí el desconocido apeadero Kilómetro 65,526. Fui al terraplén de la CGBA para llegar a la estación Etcheverry; ¡el cartel de la CGBA de la semana pasada ya no estaba más! ¡Si lo hubiera sabido me lo habría llevado!
No recuerdo si volví en colectivo o caminando por el Belgrano, tal vez esto, porque pasé por su estación platense, ni si con el tren o a pie estuve primero en la estación Tolosa, previo a regresar a Constitución.
El 15 fui a Marcos Paz para buscar la estación Elías Romero, del ex Midland; llegué a la vía, pero no sabía hacia dónde quedaba la estación. Creí determinar que en cierto sitio había estado ubicada, y ya desaparecida, mientras el Sol me pegaba con todo. Volví.
El 24 fue ocasión para otro viaje en el Sarmiento. Para no agarrar otra vez el tren lleno en Mercedes, fui a Luján, a tentar suerte. No me fue mucho mejor.
Al día siguiente llegué a Rivadavia (estación América), otro sitio carente de particularidades donde luego de alguna vuelta iba a tener que esperar a la noche a que regresara el tren. Cuando se me acabó el agua, ocurrió que por ser Navidad estaban todos los negocios cerrados, salvo un kiosco que no vendía agua mineral. Llené la botella en la canilla de la estación; tenía un gusto como a moco, que iba cambiando a otro más fuerte y desagradable a medida que pasaba el tiempo.
A la mañana bajé en Luján, y en la municipalidad pregunté la ubicación de la estación Basílica. Tal cosa ya no existía, y me dijeron dónde había estado. Fui, estuve en el lugar, ya un baldío y con señales de que iban a construir algo, y bordeé la ex zona de vía, ocupada por viviendas de aspecto relativamente reciente.
Y a casa vía Moreno-Caballito.
Gabriel Ferreyra
El "Ferroviador" Azul

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